viernes, 16 de diciembre de 2016

De la muerte

Enterradla.
Hay muchos hombres quietos, bajo tierra,
que han de cuidarla.
No la dejéis aquí.
Enterradla.

Por Jaime Sabines

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Haciendo nada

Sentarse en la acera,
Tocar la armónica, mendigar,
Recordar lo bueno que hubo,
Silbar. Comprar cigarrillos.
Notar el sol en el rostro,
Deshacer el humo con los dedos
como los jirones de todos los planes futuros.
Dejar que la tarde se deslice hacia el ocaso
Y que la noche nos encuentre fumando y recordando
Lo que hicimos bien, lo que hicimos mal
Por qué fuimos tan lejos
Y por qué volvimos.
Contar los coches y las chicas
Limpiarse las lágrimas en el abrigo
Sonreír al paso o cantar un blues de Missisipi.
Tal vez adormecerse, buscarse algo en los bolsillos,
Volver a perder, y levantarse,
Echar andar. Ir a los sitios que ya no frecuentamos
donde reíamos con amigos a los que ya no vemos
Notar cómo el frío se lleva los días
y trae otros días de lamé dorado
Mirar al cielo y ver las nubes
y luego las estrellas y pararse y darse de cuenta
de que no son las mismas cada noche
sino vidrios enjoyados para todos los borrachos,
para los perdedores, para quien quiera verlas..
Dar un paseo de vuelta a casa o no volver a casa
Disfrutar de la agradable brisa, de la ciudad, de la noche
De todo lo que gira alrededor como si fuésemos
el centro del mundo.
Regresar con los amigos, beber, besar a las damas, bailar
Estar agradecido por estar aquí, por estar ahora
aún con un montón de cosas de las que reír,
Por un montón de historias que contar,
Y algunas cicatrices, tan viejas como la memoria,
Que pican cuando va a llover
Y saben a sal.
Por Andrés Malpaso

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Costumbres

no es para quedarnos en casa que hacemos una casa
no es para quedarnos en el amor que amamos
y no morimos para morir
tenemos sed y
paciencias de animal
Por Juan Gelman

lunes, 7 de noviembre de 2016

Ausencia de amor

Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.

Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobre cristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.

Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.

Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.
Por Juan Gelman

domingo, 23 de octubre de 2016

Este miedo de ti, de mí... de todo

Este miedo de ti, de mí... de todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.

Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?...
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.

Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.

Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo... 
sé que voy al dolor. Inútilmente.


Julia Prilutzky Farny

jueves, 29 de septiembre de 2016

El otoño se acerca

El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.

Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre.
Por Ángel González

viernes, 16 de septiembre de 2016

Estoy sentado como un inválido en el desierto de mi deseo de ti

Me he acostumbrado a beber la noche lentamente,
porque sé que la habitas, no importa dónde,
poblándola de sueños.
El viento de la noche abate estrellas temblorosas en
mis manos, que aún no se conforman, viudas inconsolables
de tu pelo.
En mi corazón se agitan los pájaros que en él sembraste
y a veces les daría la libertad que exigen
para volver a ti, con el helado filo del cuchillo.
Pero no puede ser. Porque estás tan en mí, tan viva

en mí, que si me muero a ti te moriría.

Por Juan Gelman

domingo, 4 de septiembre de 2016

Madrugada de radio

¿Te has parado a pensar lo que sucederá?
Buscarás respuestas a la vida en el techo,
apilarás botellas de ginebra debajo de la cama,
fumarás tres paquetes en un día,
cubrirás de colillas todos tus ceniceros.
Llenarás de palabras adustas los cuadernos
que luego leerás como si repartieras hostias
en la radio, entre un tema de Dylan
y otro de Pink Floyd.
Te dejarás hacer por la resaca, abrazarás
el cuero despacioso del tedio, la soledad
de ojeras malvas que refleje tu espejo.
Y cuando al fin creas que tienes las respuestas,
la jodida existencia cambiará de preguntas.
Y te irás a otro piso, y dejarás la radio,
y no saldrás de noche ya nunca a la ventana
a fumarte el penúltimo con la esperanza ciega
de encontrártela abajo.


Por Pedro Andreu

lunes, 29 de agosto de 2016

Lo que queda después de los violines

Cuando te olvides de mi nombre,
cuando mi cuerpo sea sólo una sombra
borrándose entre las húmedas paredes de aquel cuarto.
Cuando ya no te llegue el eco de mi voz
ni el resonar cordial de mis palabras,
entonces, te pido que recuerdes que una tarde,
unas horas, fuimos juntos felices y fue hermoso vivir.
Era un domingo en Hampstead, con la frágil primavera
de abril posada sobre los brotes de los castaños.
Pasaban hacia la iglesia apresuradas monjas
irlandesas, niños, endomingados y torpes, de la mano.
Arriba, tras los setos, en la verde penumbra
del parque dos hombres lentamente se besaban.
Tú llegaste, sin que me diera cuenta apareciste y empezamos a hablar
tropezando de risa en las palabras, titubeantes
en el extraño idioma que ni a ti ni a mí pertenecía.
Después te hiciste pequeña entre mis brazos
y la hierba acogió tu oscura cabellera.
A veces las cosas son simples y sencillas
como mirar el mar una tarde en la infancia.
Luego la escalera gris, larga y estrecha,
la alfombra con ceniza y con grasa,
tus pequeños pechos desolados en mi boca.
Sí, a veces es sencillo y es hermoso vivir,
quiero que lo recuerdes, que no olvides
el pasar de aquellas horas, su esperanzado resplandor.
Yo también, lejos de ti, cuando perdida en la memoria
esté la sed de tu sonrisa me acordaré, igual que ahora,
mientras escribo estas palabras para todos aquellos
que un momento, sin promesas ni dádivas, limpiamente se entregan.
Desconociendo razas o razones se funden
en un único cuerpo más dichoso
y luego, calmado ya el instinto
y rezumante de estrenada ternura el corazón,
se separan y cumplen su destino,
sabiendo que quizá sólo por eso
su existir no fue en vano.

Por Juan Luis Panero

lunes, 22 de agosto de 2016

No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Por Mario Benedetti

martes, 16 de agosto de 2016

La vida es un país en el que te extraño

La vida es un país en el que te extraño
en qué país
de qué país vengo
de la lluvia
de otros cuerpos violetas
recojo flores en la arena
de qué país vengo
de la lluvia que brama del vació
no hay nada más que mar
un taxi corre
y en el cielo una mano
solo una mano veo
todo es violeta.
Por Selva Casal

martes, 9 de agosto de 2016

Los perros románticos

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el espacio de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
Y aquí me voy a quedar.

Por Roberto Bolaño

miércoles, 3 de agosto de 2016

Lejos

Un perro abandonado va por la carretera,
busca la esclavitud en el peligro.
Cuando anochece,
jadeante, le quedan aún fuerzas
para ladrar a los primeros faros,
que lo deslumbran.
La carretera pasa junto al mar
en una costa abrupta.
El mundo puede ser bellísimo,
pero tiene que incluir la humillación.
Soñar tan sólo es
buscar un amo.
Por Joan Margarit

miércoles, 27 de julio de 2016

A Francisco

Suave como el peligro atravesaste un día
con tu mano imposible la frágil medianoche
y tu mano valía mi vida, y muchas vidas
y tus labios casi mudos decían lo que era el pensamiento.
Pasé una noche a ti pegado como a un árbol de vida
porque eras suave como el peligro,
como el peligro de vivir de nuevo.

"Last night together" 1980


Por Leopoldo María Panero

jueves, 21 de julio de 2016

Abstracción

A veces melancólico me hundo
en mi noche de escombros y miserias,
y caigo en un silencio tan profundo
que escucho hasta el latir de mis arterias.

Más aún: oigo el paso de la vida
por la sorda caverna de mi cráneo
como un rumor de arroyo sin salida,
como un rumor de río subterráneo.

Entonces presa de pavor y yerto
como un cadáver, mudo y pensativo,
en mi abstracción a descifrar no acierto

Si es que dormido estoy o estoy despierto,
si un muerto soy que sueña que está vivo
o un vivo soy que sueña que está muerto.

Por Julio Florez

martes, 19 de julio de 2016

Con este calor pienso en ti...

Con este calor pienso en ti
tu desnudez
tu cuello tus muñecas
las cosas que me decías
con los pies como una blanca paloma descansando en un cojín.

Con este calor pienso en ti
no sé si lo que más recuerdo
lo que viene a mis ojos
es tu cuello tus muñecas
tus pies descalzos
las cosas que me decías cuando eras mía.

Con este calor amarillo pienso en ti
en la habitación de un hotel con este calor amarillo pienso en ti
y me despojo de mi soledad
mi soledad que se parece un poco a la muerte.

Por Nazim Hikmet

sábado, 2 de julio de 2016

El Libro, para Envejecer

Estrellas trashumantes, y el pastor
Encorvado sobre la felicidad terrestre, tanta paz,
Irregular, como ese grito de insecto,
Que un pobre díos trabaja. El silencio
Subió desde tu libro hacia tu corazón.
Sin ruido se mueve un viento entre los ruidos del mundo.
A lo lejos sonríe el tiempo, por cesar de ser.
Los frutos maduros son simples en el vergel.


Envejecerás
Y, descolorido entre el color de los árboles,
Haciendo la sombra más lenta sobre el muro,
Siendo, y del alma al fin, la tierra amenazada,
Retomarás el libro en la página marcada,
Dirás, Pues bien, eran las últimas palabras obscuras.

Por Yves Bonnefoy

miércoles, 29 de junio de 2016

En ocasión de todos los finales

Yo nunca resistí las despedidas
con su mezcla de muerte y precipicio
con el aroma amargo de la finitud
empalagando el ánimo
con esa luz de hielo matutino
que penetra debajo de los párpados.

Yo nunca resistí las despedidas
pero no sé por qué.
Me lo pregunto porque no ha supuesto
una sorpresa súbita casi ninguna de ellas.
He solido saber
con esa exactitud de los relojes
el lugar, el momento
la documentación y el escenario
en que sobrevinieron.

No hay engaño. El jueves diecinueve
era un jueves sin ti. Estaba escrito
mucho antes que las lágrimas
anunciasen el fin
y todo fin es único.

Las despedidas son como el otoño
inevitables pérdidas
vienen puntuales con aviso previo.
Nadie puede acusar de su tristeza
a la pequeña hoja tiritando dormida
en medio del camino.

De repente esa hoja me recuerda
los hoteles pintados de naranja.
Son dos cosas que llegan de otra época
igual que llega la bruma de noviembre.
Traen una carga de nostalgia limpia
sin traición ni sorpresa.
Y sin embargo el alma
no logra acostumbrarse en una vida.

Yo nunca resistí las despedidas
porque en cada una de ellas se marchita la voz
de todas las personas que yo he sido
y ya no puedo ser.

Por Raquel Lanseros

martes, 21 de junio de 2016

Éramos violentos

Éramos violentos y algo tristes.
El paraíso entonces
era besar tus labios,
ir contigo a los muros donde en tiempos de paz
se abrazan las parejas
como si cachearan al amor.

Era el setenta y siete.
Tenías veinte años y un temblor en el pecho
de palomas miedosas que acostumbraron pronto
a probar la ternura de mis manos.

Éramos violentos: agentes de uniforme
saqueaban las aulas en busca de octavillas,
de libros prohibidos;
no comprendieron nunca que en los parques de octubre,
besándonos los labios,
fuimos más inquietantes, mucho más peligrosos
que gritando en las calles mientras nos perseguían.

Tenías veinte años:
Recuerdo que en un muro,
bajo la sangre quieta de unas siglas,
hicimos el amor en pie de guerra.

Por Pedro Sevilla Gómez

miércoles, 15 de junio de 2016

Noviembre, 15

Con esta sola mano
me fatigo al amarte desde lejos.
Tendido bajo el viejo ventanal,
espero a que el sudor se quede frío,
contemplo el laberinto de mis brazos.
Soy dueño de un rectángulo de cielo
que nunca alcanzaré.
Pero debemos ser más objetivos,
olvidar los afanes, los engaños,
el inútil deseo de unos versos
que atestigüen la vida. Celebrar
el silencio de un cuerpo satisfecho,
esa altura sin dios a la que llega
nuestra carne mortal. Saber así
la plenitud que algunos perseguimos:
un hombre, bajo el cielo, ve sus manos.
Por Vicente Gallego


martes, 19 de abril de 2016

He aquí lo que sucede

He aquí lo que sucede:
es el once de octubre en la mañana,
1951, en México.
Frío y sol, pero frío
en viento, agudo, alegre. Frío
por todas partes.
En un tercer piso de la calle Cuba
vivimos varias gentes
de las que el más importante, ahora, soy yo.
Yo soy.
Yo estoy tirado en mi cama
y yo escribo esto.
Yo escucho en el piano del radio
un anuncio de Beethoven.
Yo tomo un café y escucho
también motocicletas y camiones
y martillos y gentes.
Yo estoy alegre.
Supe, hace rato, que estaba alegre
porque me puse a cantar
y a decirle locutor que era un tonto
y a la vida que era estupenda.
Me alegraron unos cieguitos del piso de abajo
que tenían una guitarra y cantaban.
Me alegró una morena preñada que barría y cantaba.
Me alegró doña Lucita asoleándose.
Me alegraron los que andaban en la calle
temblando de frío, y me alegró una muchacha
en un balcón de enfrente coqueteando y temblando.
Yo pienso muchas cosas y recuerdo y asocio.
El frío me ha hecho místico y alegre.
Quizás el sol en el frío.
Quiero hablar del frío:
El frío es bueno para tomar café,
para acostarse,
para hacer el amor,
para que nos digan "tienes las manos frías",
para fumar y para no salir del cuarto.
Para todo lo demás es malo el frío.
Yo estoy alegre y soy bueno
y me perdono y los perdono a ustedes,
y me río de ser tan padre ahora.
Yo saldría a la calle a abrazar a todos
si no hiciera tanto frío.
Les diría: "Hijos míos, padres míos,
no sean tontos, no vayan a ninguna parte,
no se preocupen. Hace frío.
¿Qué tiene ustedes sino este frío?


¡Salud por los que están tomando el sol o una copa
para calentarse!
¡Por los alegres y los que quieren estar alegres!
¡Yo saludo a los becerros prendidos de las ubres,
a los pájaros que no salen del nido,
a las mujeres que se están entregando,
a los sabios, a los combatientes del frío!
Yo no quiero ofrecerles un poema,
yo quiero darles un vaso de leche caliente
a cada uno.


Por Jaime Sabines

martes, 8 de marzo de 2016

No quisiera que lloviera...

No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto
Por Cristina Peri Rossi